¿Te lo imaginas?
Imagínate el tipo allí, sentado en la terraza en mitad de Triana, solo, con un cortado a medias ya casi frío y un móvil siempre encendido sobre la mesa, aterrado, nervioso, mirando alternativamente la pantalla del móvil y a todo el que pasa, sin saber si saludarlo o no, manteniendo la mirada a la espera del menor indicio de reconocimiento facial para corresponder con un hola o un gesto afable.